¿Qué lleva en esa mochila?

Es un hecho que la vida militar ofrece experiencias de liderazgo más intensas y tempranas que las de cualquier empresa. Son escasas las profesiones en las que un joven de 22 o 23 años tiene responsabilidad sobre 35 o 40 personas en misiones que implican un alto riesgo, algo que se multiplica con el correr de los años cuando llega la oportunidad de comandar unidades de mayor magnitud y además asumir roles de responsabilidad en la gestión institucional.

El líder militar se somete a un proceso de desarrollo que abarca toda la carrera —lo que se conoce como proceso de formación continua— y que tiene como objetivo aumentar sus conocimientos, sus habilidades y sus capacidades a través de la educación formal, la auto preparación y la experiencia en tareas operativas.

Sin embargo, el liderazgo en organizaciones civiles es, en gran medida, bastante similar al liderazgo militar. Algunos podrán argumentar que el liderazgo de unidades enfrentadas al ejercicio de la violencia física —y que se sustenta en una rigurosa disciplina— es y tiene que ser mucho más exigente que aquel que se ejerce en el mundo de la empresa; no obstante, las virtudes necesarias para la ejecución de la misión en combate representan, en sentido general, las mismas particulares manifestaciones y acercamientos teóricos que en cualquier organización.

A pesar de aquello, las estructuras flexibles y adaptables de las organizaciones militares, la diversidad de tareas que estas deben cumplir, la consistencia de la doctrina militar y la solidez de sus procesos formativos, por nombrar algunos factores, han llevado a muchas empresas a requerir la asesoría de exmilitares. A modo de ejemplo podemos observar el éxito que han tenido las famosas consultoras McChrystal Group en Estados Unidos, Gasparotto Group en Canadá y Frontier Leadership en Reino Unido, por nombrar algunas.

Al integrar militares con experiencia en organizaciones de distinta naturaleza, se busca ampliar la visión en la administración de las empresas, aportando especialmente en el desarrollo de habilidades en torno al propio liderazgo; además, en aspectos relacionados con la gestión y el desarrollo de proyectos, entre las funciones más características.

Así entonces, ¿cuáles son las características del liderazgo militar que es posible transferir desde los cuarteles a la empresa y que lo hacen atractivo? O dicho de otra forma, ¿con qué se llena la mochila? Para dar respuesta a esta interrogante, a continuación se plantean algunas ideas que podrían ilustrar y complementar la percepción que se tiene en el mundo civil respecto del liderazgo en los militares.

En primer lugar, vale la pena indicar que en el ámbito militar existe un marco referencial de carácter transversal y de uso extendido en gran parte de los ejércitos occidentales, conocido como mando tipo misión y que impone un sello característico en la forma como se manifiesta el liderazgo en los comandantes, al mismo tiempo que orienta el desarrollo de los procesos formativos y de entrenamiento que permiten generar una cultura muy particular.

En general, esta filosofía de mando y liderazgo se basa en los principios que se describen brevemente a continuación:

  • Crear equipos cohesivos a través de la confianza mutua

El sentido de pertenencia, esfuerzo compartido, interdependencia y confianza mutua son algunos de los elementos que dan forma a la cohesión en las organizaciones. La integridad, honestidad, respeto y transparencia, sumados a la competencia, son indudablemente elementos generadores de confianza.

  • Establecer un propósito y entendimiento compartidos

Un propósito verdadero, claro y convincente da lugar a condiciones tangibles que aumentan exponencialmente el nivel de compromiso de los integrantes de la organización, estimulando la creatividad, la innovación y el esfuerzo adicional. Una de las tareas esenciales del líder debe ser garantizar un entendimiento compartido de lo que debe hacer o el propósito de la organización. Para asegurar que el mensaje sea recibido, debe existir una narrativa clara y coherente que debe además comunicarse efectiva y continuamente.

  • Comprensión de la intención del directivo

Por mucho que cambie el entorno operativo, si se entienden claramente la intención y el por qué de la tarea, es altamente probable que los miembros del equipo sean más adaptables, ágiles y creativos y desarrollen además la habilidad de tomar decisiones a su nivel, produciendo con ello una mayor rapidez de respuesta, especialmente en situaciones de mayor complejidad o crisis.

  • Emitir órdenes de misión

“Nunca le digas a la gente cómo hacer las cosas. Diles qué hacer y te sorprenderán con su ingenio". Esta es una muy buena frase atribuida al general George Patton y que permite explicar la siguiente idea.

El uso de órdenes tipo misión busca la aplicación de la iniciativa disciplinada a fin de habilitar a los líderes ágiles y adaptables en la ejecución de las acciones, todo ello dentro de la intención del superior. Fortaleciendo a los líderes intermedios para que puedan resolver y desplegar iniciativa, se obtienen soluciones rápidas a los problemas o situaciones que se generan continuamente en el entorno altamente cambiante.

De la comprensión de esta idea se desprende el concepto de delegar y se reduce la posibilidad del micromanagement.

  • Aplicar iniciativa disciplinada

La iniciativa disciplinada faculta a las personas de la organización para tomar decisiones y utilizar la iniciativa, siempre que esas decisiones y acciones se ajusten a las directrices de la intención del líder.

  • Aceptar un riesgo prudente

Por naturaleza, los equipos corporativos buscan la perfección y tienen poca tolerancia a los errores. Sin embargo, a veces los líderes tienen que asumir cierto riesgo y aceptar que se cometan errores. La recompensa es el desarrollo individual y del equipo, que compensará con creces cualquier impacto negativo que hubiese ocurrido en el corto plazo.

Entendiendo, entonces, el marco conceptual en el cual se desarrolla el liderazgo militar (que va al fondo de la mochila sosteniendo el resto de la carga), veamos algunos elementos distintivos del liderazgo militar desde una mirada práctica.

1. La misión primero, las personas siempre

La primera reflexión tiene que ver con que en cada misión o tarea, el líder siempre debe anteponer a las personas por sobre cualquier otra consideración, contrariamente a la imagen —quizás cinematográfica— que induce a percibir del liderazgo militar como autoritario y orientado exclusivamente al mando o a la tarea.

Si bien es cierto, cumplir la misión es la máxima prioridad, ello nunca debe hacerse a expensas del equipo. El líder debe definir los objetivos de la misión sabiendo que siempre se debe considerar el cuidar a su gente y terminar la misión "sin novedad".

Para ello, no solo se aplica el conocimiento y la experiencia, sino que existen metodologías específicas para efectuar un análisis de riesgos que sustentan el proceso de toma de decisiones.

En este mismo orden, el respeto, el reconocimiento y el sentido de pertenencia son fundamentales para construir una relación virtuosa entre líder y seguidores, que genera compromiso al tiempo que disminuye considerablemente la posibilidad de crear ambientes tóxicos.

Como líder, la experiencia militar enseña a centrarse en la misión, teniendo siempre en cuenta a las personas, invirtiendo en ellas en el sentido de entregarles las herramientas para su desempeño presente y futuro; generando, además, las condiciones adecuadas para su desarrollo profesional y personal, construyendo relaciones sólidas a través del conocimiento de los integrantes de cada equipo y creando una cultura de inclusión y pertenencia.

2. Cuando estés al mando, hazte cargo

El ejercicio del liderazgo implica invariablemente "hacerse cargo". Ello significa —en mi opinión— cumplir con al menos estas cuatro condiciones:

a) Tomar decisiones

b) Asumir la responsabilidad de esas decisiones

c) Estar siempre presente

d) El ejemplo personal

La toma de decisiones es una responsabilidad ineludible para quienes asumen roles de liderazgo. Para ello, se requiere sumar conocimientos, experiencia y, por sobre todo, carácter. Entre las habilidades que se desarrollan a partir de esta acción están el análisis de información, el pensamiento crítico y creativo, la gestión del riesgo y la comunicación efectiva y asertiva.

El líder, además, debe demostrar en todo momento su capacidad para asumir la responsabilidad de sus decisiones y también de su actuar —independiente del costo que ello implique—. No hacerlo significa perder el valor moral para continuar en ese cargo.

El líder también debe ser un líder presente, que se tome el tiempo para conocer a su equipo, para hacerles preguntas —fáciles y difíciles—, aquellas que buscan conocer sus aspiraciones, sus intereses, sus éxitos y también sus fracasos, aquellas que permitan entender lo que esperan de sus proyectos profesionales y personales. Visitar frecuentemente al equipo en el trabajo y compartir algún tiempo con ellos es la mejor manera de establecer esas relaciones, logrando una conexión lo más abierta y honesta posible y generando la confianza suficiente para abrir un diálogo fluido y sincero.

Por último, el ejemplo personal por su parte es clave en cualquier contexto. Nos guste o no, la gente sigue el ejemplo del comandante/líder. Es a través de su actuar que logra una enorme influencia sobre sus subordinados/seguidores y ello también tiene aplicabilidad 24/7.

En definitiva, cuando se está al mando, se debe asumir plenamente el rol asignado: ¡hazte cargo!

3. Más acción, menos palabras

Una solución del 80% bien ejecutada es mejor que una solución del 100% que nunca llega. Esta frase refleja una de las características propias del liderazgo militar. Sabemos que el tiempo es escaso, el entorno cambia velozmente, las condiciones ideales nunca se alcanzarán, pero la consigna es hacer que las cosas sucedan. Entonces… ¡manos a la obra!

Por ello adquiere gran valor ese carácter ejecutivo del líder en el sentido de tener la habilidad para definir adecuadamente la tarea, activar a su equipo y llevar a cabo las acciones necesarias para ir en procura de los objetivos. Sin dilación, preocupándose de los detalles y manteniendo un esfuerzo consistente a pesar de las dificultades que siempre se van a presentar.

Desarrollar una alta predisposición a la acción permite tomar decisiones con confianza, moverse con rapidez y conseguir resultados.

4. Cultiva el liderazgo de servicio

Es una creencia (casi) generalizada que los militares solo entienden de mando y control, lo cual dista mucho de la realidad. El mando se ejerce con liderazgo y normalmente será el contexto el que sugiera qué estilo aplicar. La mala noticia es que para ello no hay receta. Para algunos tendrá mejor resultado el liderazgo autoritario; para otros, quizás el liderazgo transformacional será una buena opción; o puede ser que a algunos le acomode el liderazgo transaccional, solo por nombrar algunos estilos.

Sin embargo, el liderazgo de servicio, esa filosofía de liderazgo que pone las necesidades de los miembros del equipo por delante, que prioriza el crecimiento y el bienestar del equipo, que busca compartir el poder delegando, ayudar a las personas a desarrollarse y desempeñarse lo mejor posible, es un estilo que permite crear una cultura de confianza, colaboración y propósito compartido, elementos propios del mando tipo misión.

Lo que busca el líder es generar las mejores condiciones para el cumplimiento de la misión.

5. Conviértete en un líder ágil

Durante misiones críticas, que en el caso nacional se dan con bastante frecuencia, o como parte del entrenamiento, los líderes militares deben tomar decisiones rápidas y precisas en entornos caóticos de gran incertidumbre. Su capacidad para evaluar rápidamente la situación, considerar múltiples factores y actuar con determinación es fundamental. Esta experiencia en situaciones de alta presión los transforma en líderes ágiles.

El líder ágil se caracteriza por ser una persona que transmite seguridad a su equipo para transitar por entornos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos (VICA). Por lo que debe ser una persona abierta al cambio, que asume una perspectiva de mejora continua, flexible y rápida para tomar decisiones acertadas. Este es un estilo de liderazgo plenamente aplicable a las operaciones militares, donde la agilidad, creatividad y flexibilidad son clave para el éxito.

Se suma a lo anterior la capacidad de resiliencia propia de los líderes militares que les permite superar los obstáculos y liderar a pesar de las dificultades. Su capacidad para mantener la calma, mantener la motivación y encontrar soluciones creativas en momentos difíciles es una cualidad que puede ser transferida al liderazgo en cualquier campo.

Por lo general, un líder militar será un líder ágil, adaptable y capaz de tomar decisiones informadas bajo presión. Un líder que fomenta la colaboración y el trabajo en equipo, y que es capaz de superar cualquier adversidad con resiliencia y determinación.

6. Atento, atento, este es líder 1…

El líder es un comunicador por esencia. La comunicación fomenta la confianza, la cohesión y la comprensión compartida. Además, permite inspirar, persuadir, motivar, orientar y acompañar a quienes son sus subordinados. En definitiva, a través de la comunicación se logra influir.

Para lograr lo anterior, se requiere contar con diversas habilidades que aseguren una comunicación efectiva por parte del líder a sus subordinados, que permita la comprensión acabada de las tareas y propósitos. Además, se requiere, por parte del líder, la habilidad para materializar la comunicación interactiva caracterizada por el feedback o retroalimentación en forma permanente, tanto de carácter vertical como horizontal.

Estas habilidades de comunicador, que se comienzan a desarrollar muy tempranamente en los líderes militares, comprenden la comunicación oral, escrita y no verbal, y son consideradas como herramientas fundamentales para el ejercicio del mando.

7. El original, no la réplica

Los líderes auténticos son aquellas personas que se muestran tal como son, sin temor a los juicios y a las valoraciones, sin necesidad de aparentar ni menos, de imitar el comportamiento de otro líder.

Tal es el caso de los líderes militares quienes, producto de su formación, desarrollan un alto conocimiento de sus fortalezas y debilidades. Esto les permite potenciar sus cualidades positivas y diagnosticar oportunamente las áreas en las que su comportamiento puede no ser eficaz. Cuando los líderes son conscientes de ello, pueden transmitir con claridad y sin temor hasta dónde pueden llegar, qué pueden aportar, y en qué áreas necesitarán ayuda.

De igual forma, el líder militar debe mostrar —dado el alto estándar exigible en su condición de autoridad— una fuerte autorregulación de sus comportamientos sustentados en valores y principios inspirados en el ethos militar. Por ello es que son capaces de hacer frente a presiones de distinta naturaleza y mantener una línea coherente de conducta. El resultado de ello es la coherencia y consistencia de sus acciones.

Es así que se alcanza —a diferencia de la creencia popular— un estilo propio, con cualidades que marcan en todos los líderes un sello distintivo como soldado pero que también deja espacio para el desarrollo de características particulares bien definidas y que son reconocidas por sus subordinados.

8. Un socio de la crisis

Si hay algo que caracteriza el liderazgo militar, es su capacidad para actuar en situaciones de crisis. En efecto, es en tiempos de crisis cuando se aparecen los verdaderos líderes. Es en aquellos momentos difíciles cuando más se requiere contar con diversas herramientas como la fortaleza intelectual, inteligencia, carácter, abnegación, resiliencia, comunicación efectiva, empatía, adaptabilidad, pensamiento crítico, pensamiento creativo y, por cierto, la capacidad para tomar decisiones.

Por ello, no es casualidad el eficiente desempeño que demuestran los militares —en condiciones muchas veces extremas— al asumir roles de liderazgo. La formación militar busca justamente desarrollar esa capacidad.

Es por ello que vemos con bastante frecuencia cómo diversos liderazgos militares son capaces de asumir tareas complejas, las que implican definir adecuadamente objetivos, armar equipos —algunos de ellos disfuncionales—, asignar tareas, evaluar los logros alcanzados, ajustar la planificación y por último ejecutar la transición a una condición de normalidad.

Un socio de la crisis implica que actuar en este escenario se transforma rápidamente en la normalidad y permite alcanzar un alto desempeño a pesar de las condiciones extremas y cambiantes que caracterizan a las crisis en general.

Como se puede apreciar, son múltiples las cualidades o características que identifican a un militar y que hacen que la mochila esté prácticamente llena de herramientas. En la mayoría de los casos, son largos años de preparación académica y educación profesional militar, acompañados de experiencias de mando. El ejercicio del mando no es sencillo, esencialmente porque está basado en la relación entre personas, donde cada día surge una situación distinta. Pero al mismo tiempo es una gran escuela de liderazgo, el cual no se recibe por decreto; hay que ganárselo con trabajo —con acción— para aspirar a ser reconocido en la mente y corazones de sus subordinados. Probablemente un asesor con estas cualidades (o con esta mochila) no tendrá a mano las soluciones a todos los problemas, pero sí puede ser un muy buen complemento al conocimiento y experiencia del mundo civil. De ahí entonces la importancia de transmitir o dar a conocer estas capacidades que pueden servir a la sociedad, esta vez desde otra trinchera.

CHRISTIAN BOLÍVAR ROMERO, Director AZIMUT 12

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